Héctor-Hugo Barbagelata(1923-2014)

Por Dr. Mario Garmendia Arigón

El 13 de abril de 2014 recibimos la muy triste noticia del fallecimiento del profesor Héctor-Hugo Barbagelata, insigne Maestro del juslaboralismo uruguayo. El texto que sigue a continuación fue originariamente publicado en la Revista Derecho del Trabajo (núm. 3, La Ley Uruguay, abril-junio 2014).

Héctor-Hugo Barbagelata nació en Montevideo, el 12 de setiembre de 1923, en el seno de una familia que cultivaba el estudio y apreciaba la cultura.

Fue siempre un alumno aplicado y muy destacado. Lo fue, naturalmente, en la Facultad de Derecho, donde culminó la carrera de Abogacía en 1945, a los 22 años de edad, sin haber perdido un solo examen y con elevadas calificaciones. Pero también lo había sido antes, en su etapa del liceo Rodó y en el preparatorio del Vázquez Acevedo –como él lo designaba- donde había conocido a Electra Etcheverry, quien recordaba divertida y como si hubiera sido ayer, el día de 1939 en que una amiga, un poco mayor que ella, tomándola del brazo la condujo hacia quien habría de ser su esposo mientras le preguntaba si quería que le presentara al mejor alumno de la clase.

Inmediatamente después de recibirse de abogado, Barbagelata viajó a París para continuar sus estudios en la Sorbonne, adonde se doctoró en el Diplôme d’Études Superieurs en Économie et Législation ouvrière. Eran los años 1946 y 1947. Un mundo que salía de la devastación de la segunda guerra mundial ofrecía a aquel joven la oportunidad de apreciar situaciones y escenas difíciles de olvidar, en medio de un ambiente universitario convulsionado por la profusión de acusaciones de colaboracionismo[1] y de un panorama de ciudades completamente reducidas a cenizas.[2]

Retornado a nuestro país, comenzó a ejercer la abogacía (asesorando a trabajadores y sindicatos) y se dedicó de lleno a la actividad docente y a su pasión por el teatro (fue actor, director, fundador del Teatro Universitario y Director de la Escuela Municipal de Arte Dramático), que nunca abandonó.

En 1948 fundó, junto con Francisco De Ferrari y Américo Plá Rodríguez, la revista Derecho Laboral, que ya ha superado los 65 años de publicación ininterrumpida y que lo tuvo como Director desde 1972 hasta su muerte.

Desarrolló una extensa carrera docente, fundamentalmente en la Facultad de Derecho de la Universidad de la República, donde fue Catedrático de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social; Director del Instituto de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social; Profesor (y artífice) de la asignatura Evolución del Pensamiento Juslaboralista (de la Maestría de Derecho del Trabajo y Seguridad Social) y Profesor Emérito. También fue catedrático de Legislación y Relaciones Industriales en la Facultad de Ingeniería y anteriormente había dictado clases de Sociología en los Institutos Normales de Montevideo.

Su actividad docente en la Universidad de la República se vio interrumpida en 1973, cuando decidió renunciar a raíz de la intervención dispuesta por las autoridades de facto. Su retorno a las aulas se produjo en 1985, con la recuperación de la democracia.

En el interregno, participó como profesor invitado en las universidades de Lovaina y Libre de Bruselas. Fue, precisamente, a partir del curso que dictó en la Universidad de Lovaina (1978-1979) que publicó el libro Introduction aux Institutions du droit du travail en Amérique Latine (Presses Universitaires de Louvain, 1980) escrito originariamente en francés y luego traducido al portugués (O direito do trabalho na América Latina, Companhia Editora Forense, Río de Janeiro, 1984) y al español (El derecho del trabajo en América Latina, Servicio de publicaciones del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, Madrid, 1985).

Fue fundador y primer Secretario de la Academia Iberoamericana de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social y en su extensa carrera recibió numerosas distinciones académicas, tanto en nuestro país como en el exterior, adonde era frecuentemente invitado a dictar conferencias y seminarios. También fue, en 1967 y durante algunos meses, Subsecretario del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social y luego, entre 1985 y 1989, Presidente del SODRE.

En el año 2000 la Facultad de Derecho de la Universidad de la República le otorgó un reconocimiento muy especial: el Premio Couture a la Trayectoria Universitaria, que según el reglamento que lo creó, representa “un reconocimiento para aquellas personas que con su destacada actividad, hayan contribuido a la dignificación de la Facultad de Derecho de la Universidad de la República”.

Barbagelata recibió aquel premio en una ceremonia memorable, que tuvo lugar en el Paraninfo y en la que pronunció un emocionado discurso de cariñosa recordación a la figura de Eduardo J. Couture, que –según sus propias palabras- le daba el nombre y era el emblema de la distinción que se le estaba otorgando. “Ambos tuvimos el privilegio y experimentamos el orgullo de ser discípulos directos de Couture y fuimos distinguidos por su amistad y afecto”, dijo Barbagelata en aquella ocasión, haciendo referencia a Electra y a él mismo.[3]

En 2011 recibió otro importante y muy gratificante reconocimiento: el Premio Nacional de Literatura, en el rubro “Obras sociales y jurídicas”. Se hizo merecedor a esta singular distinción por la publicación del libro Curso sobre la Evolución del Pensamiento Juslaboralista (FCU, Montevideo, 2009).[4]En esta elogiada obra, Barbagelata recogió las enseñanzas impartidas en la Maestría de Derecho del Trabajo y Seguridad Social entre 1992 y 2005. Con su característica metodicidad, al retorno de cada clase (que dictaba los sábados de mañana) volvía sobre sus esquemas para enriquecerlos y perfeccionarlos con las nuevas ideas que surgían al impartir cada lección. Así edificó su magistral curso. Con la constancia, la minuciosidad y el preciosismo de un maître artisan, lo ideó, lo puso en práctica y lo pulió hasta en sus más finos y exquisitos detalles.

Unos cuantos años antes de haber culminado este libro, ya habían adquirido merecida fama las lecciones de esta genial asignatura que Barbagelata había creado, al punto que su temática fungió como convocante para un volumen que se preparó en su homenaje. La mejor doctrina mundial respondió presta a la invitación e hizo posible que se alcanzara el resultado de una obra (Evolución del Pensamiento Juslaboralista. Estudios en Homenaje al Prof. Héctor-Hugo Barbagelata, FCU, 1ª edición, 1997) de interés y calidad difíciles de superar, digna de la persona a quien se estaba homenajeando.

En 2013 Barbagelata fue destinatario de otro singular reconocimiento. Por iniciativa del diputado Carmelo Vidalín, la Cámara de Representantes le hizo objeto de un homenaje en el que legisladores de todos los partidos políticos elogiaron sus cualidades académicas, cívicas y personales, dejando claramente de manifiesto que a sus 90 años, su figura había pasado a formar parte de la selecta galería de personalidades que honran a nuestra República.

Su obra escrita es tan profusa que sería imposible citarla completa dentro de las dimensiones que necesariamente deben mantener estas páginas. Pero, si acaso, no es su singular dimensión cuantitativa lo que de aquélla más destaque merece, sino la calidad, verdaderamente incomparable, que le es inherente. Ése era el sello distintivo del Maestro. Cada una de sus clases, cada presentación, cada conferencia, rezumaba el esfuerzo y dedicación que se había puesto en su confección. Del mismo modo, en cada uno de sus libros se encerraba una porción de la vida de su autor (como el propio Barbagelata confesara de puño y letra en una dedicatoria que regaló a este discípulo hace más de veinte años).

Desde su tesis docente, El Reglamento de Taller (FDCS, Montevideo, 1951), sus obras juveniles (p. ej.: El derecho común sobre el despido -FDCS, Montevideo, 1953-, Régimen de los convenios colectivos -FUECI, Montevideo, 1955-, Manual de Derecho del Trabajo -FDCS, Montevideo, 1965) y las de la madurez (p. ej.: Derecho del Trabajo -en tres volúmenes, Montevideo, 1978-1983, con ediciones posteriores a cargo de la FCU; el ya mencionado Curso sobre la Evolución del Pensamiento Juslaboralista y otras), todas en su conjunto y cada una de ellas en su individualidad, dimensionan la talla de jurista fino, serio y profundo, que calzaba Barbagelata.

Y si aún no ha sido mencionado El Particularismo del Derecho del Trabajo (FCU, Montevideo, 1995) y El Particularismo del Derecho del Trabajo y los Derechos Humanos Laborales (FCU, Montevideo, 2009), ello no se debe a una omisión. Es que esta(s) obra(s) merecen una mención aparte. Por dos razones principales.

La primera: porque su contenido -meditado, decantado y penetrante- la califica perfectamente como la elaboración culminante de la producción intelectual de un Maestro, e inequívocamente ubica al propio Barbagelata como un creador de pensamiento juslaboralista. Es decir: aún sin habérselo propuesto, Barbagelata pasa a ser, él mismo y su obra, uno de los personajes de su Evolución.

La segunda razón: porque siendo ya la versión de 1995 una obra maestra, su autor encontró espacio para construir lo que parecía un imposible: retomar su lectura, revisar su contenido, mejorarla y proyectarla hacia el futuro mediante la incorporación de la temática de los derechos humanos laborales.

Y repárese en el singular detalle de que quien se dispuso a hacer y, de hecho, concretó, este tan magnífico relanzamiento, ya era un octogenario cuando lo pensó y llevó a cabo. Y aquí se destaca otro rasgo del inolvidable profesor: su mente y su espíritu nunca dejaron de ser jóvenes y frescos. Ni siquiera cuando el cuerpo envejeció.

En 2008 Barbagelata sufrió la pérdida de su compañera de vida, Electra Etcheverry, con quien -según sus propias palabras- había compartido todas las decisiones existenciales.[5] Parece haber sido escrita para ellos la canción Clara, de No te va gustar:

Que lindo que era verlos caminando
un alma sola dividida en dos,
la orilla de ese mar los encantaba
quedaba todo quieto alrededor.

Hermosa fue la vida que llevaron
la suerte no les quiso dar un sol,
curioso es que su risa iluminaba
hasta el día que ese mal se la llevó.

Se queda con su foto en un rincón
y sueña encontrarla arriba,
escucha susurrar un disco viejo
que su Clara una vez le regaló.

El sigue con su vida recortada
sin Clara fue una vida sin color,
la imagen de sus ratos más felices,
hasta ahora siguen siendo su motor.

Pero Barbagelata absorbió el doloroso golpe con la nobleza propia de un espíritu superior. Lejos de dejarse hundir ante la desventura, la venció y creó vida a partir de una circunstancia personal que seguramente a cualquier otro habría hecho bajar los brazos.

Fue así que concibió la idea de crear la Fundación Electra, que tiene por objeto el fomento y promoción del estudio científico del Derecho del trabajo y de la Seguridad Social y de cualquier otro tipo de actividad científica, artística y cultural que no tenga fines de lucro. Barbagelata donó a la Fundación todos sus bienes personales y ésta, en el cumplimiento de sus fines ha otorgado premios, becas y ayudas económicas para promover la participación en actividades relacionadas con la disciplina jurídica laboral. Entre las actividades que desarrolla se destaca un programa de becas destinado a facilitar el cursado de la Maestría que se dicta en la Facultad de Derecho de la Universidad de la República, la publicación de la colección Cuadernillos de la Fundación Electra y la colección Páginas Memorables, cuyo primer número aparecerá próximamente.

Barbagelata ya no estará físicamente entre nosotros. Sin embargo, él está y estará aquí, más allá de la presencia material. Porque eso es lo que acontece con quienes hacen de sus enseñanzas, su vida.

Por eso, no hay mejor forma de terminar estas palabras que reproducir las que el propio Maestro pronunciara el 29 de noviembre de 2000, al anunciar su retiro de la docencia.

Decía Barbagelata en aquella ocasión:[6]

“Ahora es tiempo de volver a esto de la trayectoria y preguntarse si habrá oportunidad mejor para anunciar el fin de la mía. La trayectoria va de un punto a otro, y este punto parecería el punto óptimo, el punto ideal. O sea, mi retiro de los cuadros activos de la Universidad ahora que nadie me lo impone, y que creo que me mantengo en forma, o por lo menos bastante bien. Después está una despedida formal, que será efectiva a comienzos del próximo año, aunque para aliviar la emoción de toda despedida -por lo menos la mía- aclaro que no me voy del todo, pues no pienso dejar de concurrir, de colaborar con el Instituto y con las demás tareas que la Universidad me pida. Por eso, en este difícil trance de los adioses, que tenía que llegar y llegó, pero que el premio recibido, la presencia de tantos amigos ameniza y dulcifica, pido prestado unos versos a un poeta: “que no, que no me voy, me quedo, esta es mi casa y sus insignias llevo.”

 


[1] Barbagelata conservaba algunas caricaturas que los estudiantes franceses hacían de sus docentes. En una de ellas, debajo del nombre de un muy renombrado jurista, se leía la sugerente inscripción: Paris-Vichy, Vichy-Paris

[2] Barbagelata evocaba un viaje en tren que lo llevó a pasar por la ciudad alemana de Colonia, que había sufrido terribles bombardeos durante la guerra. Recordaba que desde la estación en que se detuvo el tren y hasta el horizonte, solo se veían escombros. Únicamente la catedral había quedado en pie.

[3] Desgrabación de la ceremonia realizada el 29 de noviembre de 2000 en el Paraninfo de la Universidad de la República, reproducida en Nexo (Boletín de Informaciones y Noticias de la Facultad de Derecho y la Universidad de la República), año 8, número 70, marzo 2001, p. 11.

[4] Luego traducido al portugués y publicado en Brasil por la editorial LTr, con el título Evolução do Pensamento do Direito do Trabalho (2012).

[5]Desgrabación citada, Nexo, cit., p. 11.

[6]Desgrabación citada, Nexo, cit., p. 14.