Embarazo adolescente y cerebro postpuberal. Por Humberto Correa y Belén Romero
Humberto Correa (Profesor de Humanismo Medico) y Belén Romero (Estudiante de Humanismo Medico III 4º Año). Facultad de Medicina de la Universidad CLAEH
El embarazo en adolescentes es un problema muy importante en el mundo y por tanto en América [1]. Ocurre en todos los continentes y países y la Organización Mundial de la Salud (OMS) se ha ocupado fuertemente del asunto [2]. Ocurre mucho más en países más pobres y en grupos sociales desfavorecidos económica y socioculturalmente. La fecundidad adolescente es elevada en América Latina y ha alcanzado al 70 por mil.
Aunque Uruguay ha participado de esta característica, en los últimos años se ha observado un descenso, luego que se tomaron medidas al respecto [3]. En un trabajo coordinado por López Gómez y Varela Petito realizado en 2016 se comunica para Uruguay una “fecundidad adolescente” de 16 por mil y una tasa de adolecentes madres entre 10 y 14 %. Tasa que es elevada en madres provenientes de zonas carenciadas económica y socialmente y francamente menor en las zonas con mejor nivel económico y cultural. Hacen constar asimismo que casi todas las adolescentes que se embarazan abandonan sus estudios en secundaria [4].
Barreiro y Gutiérrez, en 2018, en su tesis de grado comunican que el porcentaje de embarazos con nacidos vivos ocurridos en adolescentes disminuyó entre 2015 y 2017 en Uruguay, pasando de 12.8 % a 10.1%. La diminución fue significativa en los casos de adolescente más pobres. No fue así en las provenientes de zona más privilegiadas, pero en estas la frecuencia absoluta era menor [5]. A su vez Claudia Fagúndez en su tesis de licenciatura publicada en 2019 aporta datos de la Comisión Sectorial de Población y Desarrollo del Ministerio de Salud Pública y de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto, la cual comprobó una caída de la fecundidad adolescente por cuarto año consecutivo en 2018. Esto se inscribe dentro de una disminución de la natalidad general en Uruguay [6]. El problema ha sido abordado este año en la prensa de nuestro país [7].
Muchos son los factores causales de que ocurran este evento. Influyen fuertemente las condiciones socioculturales y la pauperización de grandes grupos de población. Esto ya es muy conocido y aparece en las publicaciones mencionadas. La carencia socioeconómica y cultural que se “encadena” de generación en generación no es sinónimo de delincuencia, abuso o machismo, pero es un campo fértil que otros para estos azotes sociales crezcan. Implica dificultades materiales para acceder a la cultura y a la información —cuando no al sustento— y crea una subcultura propia que es diferente a la del resto de la sociedad. Subcultura que tiene otras normas referentes a muchos comportamientos sociales, a la sexualidad y la maternidad, entre otros. Sin embrago el embarazo adolescente ocurre también en otros estratos sociales, aunque en menor proporción.
Existe otro factor, menos mencionado pero muy importante, que analizamos aquí motivados por los hechos, sentimientos y cambios de vida que se trasmiten en narración de la conversación con una embarazada adolescente de 15 años que mostraremos. Ese factor es la particular etapa del desarrollo del cerebro (productor de la mente y esta rectora de los comportamientos) durante la adolescencia. La madurez neural aún no se ha logrado en la adolescencia, sino que está en activo proceso de remodelación neurobiológica. Esto es común —con variantes individuales menores— para todos los adolescentes. Es tradicional y toda la gente conoce la impulsividad, el florecimiento hormonal y el despertar sexual, unido a la existencia de controles débiles y aumento de autoconfianza del adolescente. Se conoce popularmente sí, pero existen dificultades o barreras muy fuertes en sus mayores para compartir con ellos, informarlos, acompañarlos y prevenirlos acerca del manejo de sus impulsos sin intentar eliminar su vitalidad. Actualmente se conocen mucho mejor, y con fundamento en la ciencia, las causas neurobiológicas del comportamiento adolescente, con sus consecuencias psicológicas y comportamentales. Estas están centradas en los cambios cerebrales que ocurren en este tramo del desarrollo humano. Y creemos que estos cambios también están entre los factores que favorecen la ocurrencia del embarazo adolescente.
Desde hace aproximadamente 30 años los nuevos métodos de estudio de imágenes del cerebro (estáticas y funcionales y en especial la Resonancia Magnética funcional o MRf) nos han demostrado, que la maduración de este órgano en estructura y función se completa recién al mediar la década de los 20. Esto no quiere decir que el cerebro no cambie o pueda cambiar normalmente toda la vida, pero al parecer llega a un nivel estable para alcanzar un punto acorde con un buen desempeño personal y social y una adaptación a la adultez alrededor de los 25 años. Múltiples estudios del desarrollo cerebral desde la pubertad a adultez han aparecido recientemente. Anotamos solamente unas pocas referencias muy importantes [8a12].
Durante la adolescencia se producen grandes cambios cerebrales. La sustancia blanca (SB) sinónimo de mielinización y aumento de conexiones interneuronales aumenta continua y lentamente desde la niñez en adelante mientras la sustancia gris (SG), que ha crecido desde el nacimiento, tiene su acmé de volumen durante la adolescencia y luego comienza a decrecer progresivamente (modificación en “U invertida”). Esto se interpreta como una selección de conexiones neuronales que se adapta específicamente a las funciones que son necesarias de ahí en adelante, mientras que las conexiones y neuronas que no se van a usar se pierden. Mediante esta poda selectiva las funciones se perfeccionan y afinan su desempeño. La disminución SG —que no se ha completado en la adolescencia y que se prolonga hasta medida la veintena— es considerada un progreso funcional. SB y SG recién se estabilizan hacia los 25 años. Durante la adolescencia, considerada de los 11 a los 18 años en promedio, aún no se han completado estos cambios, lo que trae como consecuencia que existan funciones cerebrales que aún no pueden realizarse ni equilibrarse adecuadamente. Esto tiene consecuencias mentales y comportamentales propias.
El cerebro cambia mucho, pero existen varias modificaciones en el desarrollo normal de zonas específicas, concomitantes con el despertar hormonal sexual y desacompasados entre sí, que condicionan algunos comportamientos típicamente adolescentes. Entre estos procesos destacamos: A) la madurez precoz de la zona límbica que es el soporte neurobiológico para un aumento de los impulsos más instintivos. Favorece la impetuosidad de la afectividad aún poco manejada por el propio protagonista “que recién la estrena”; B) La inmadurez de la zona frontal (región prefrontal del lóbulo frontal) que se manifiesta en una falta o insuficiencia de la capacidad de planificación, evaluación de comportamientos impulsivos, inhibición de conductas y corrección de acciones ya comenzadas ( funciones ejecutivas); C) la hiperfunción del núcleo Acumbens —una parte de la estructura límbica— que se muestra más activo que nunca en la adolescencia. Acumbens está mucho más activo en la adolescencia que en la niñez y un poco más activo que en la edad adulta.
Este núcleo ha sido considerado como uno de los centros más importantes relacionados con la búsqueda de gratificaciones y la consumación de acciones que la satisfagan. Esta combinación de cambios estructurales y funcionales son la base para que la tendencia comportamental —en gran parte de la población adolescente, ya que no en toda— esté dirigida al agrupamiento gregario —juntarse con los iguales— la búsqueda de gratificaciones intensas y el gran predominio del impulso sobre el “freno” de los comportamientos. Hay autores que afirman que los adolescentes pueden saber los riesgos que corren —no es que los ignoren— pero el impulso de base instintiva-afectiva es tan fuerte y tan prometedor de gratificaciones que vence generalmente a la noción de riesgo o consecuencias indeseadas. En suma, hay una disparidad —que ha sido muy señalada e incluso graficada— entre las líneas de maduración límbica (impulso) y frontal (freno) las cuales se desencuentran a partir de los 11 años (la gráfica “límbica” se eleva mucho más) y recién se vuelven a encontrar hacia los 23-25 años. De acuerdo a esto podemos concluir que en general los adolescentes que sienten muy incrementados sus impulsos no pueden controlarlos facialmente. No lo hacen no porque no quieran, sino porque no tienen herramientas cerebrales para ello.
Estos esclarecimientos modernos nos ayudan mucho a explicarnos algunas causas de que ocurran embarazos en la adolescencia. Por otra parte, nos dan un apoyo de enorme valor para comprender mejor, acompañar mejor, informar mejor, motivar hacia actividades formativas que sean gratificantes o enseñar un disfrute sexual con menos riesgo a los jóvenes en esta etapa.
También son una base indiscutible para orientar las formas de educación preuniversitaria y universitaria y ser tenida en cuenta cuando se proponen exigencias desmedidas o poco gratificantes, o se reprimen conductas en la etapa adolescente a incluso preadulta (la preadultez se considerada entre los 18 y los 25 años).
A continuación, trascribimos una narración (Belén Romero) y el comentario hecho en devolución (H. Correa) que ejemplifican muy bien a partir de un caso reciente (uno entre miles), la realidad conmovedora y preocupante del embarazo adolescente y sus consecuencias nefastas que se prolongan en el tiempo. Es un problema que nos preocupa hondamente. Belén realizó recientemente su conversación con una paciente como cumplimiento con una de las tareas más productivas del curso de Humanismo Médico de nuestra facultad.
Mi conversación con Ana
Por Belén Romero
En cumplimiento de la tarea «Conversación con un paciente» que debemos realizar durante el curso de Humanismo Médico III, me dirigí a una paciente de 15 años de edad. La llamaré Ana para mantener su anonimato. Se encontraba internada en sala de medicina del Hospital desde hacía varios días con el diagnóstico de neumonía aguda de origen comunitaria y había tenido algunos picos febriles. Me presenté, me senté a su lado y le dije que venía a escucharla, saber cómo se sentía en el hospital y además le expliqué que se podía sentir libre para hablar espontáneamente. Al principio se sintió incómoda, pero luego la conversación fluyó normalmente.
Me comentó que se había adaptado muy bien a la sala, que la trataban muy bien, que su cama era cómoda, pero que de todas formas se había traído sus frazadas y su almohada, ya que extrañaba el olor de su cama. En relación a eso, ella se sentía bien. En ningún momento sintió incomodidad alguna a no ser el hecho de que no le agrada la comida del hospital.
Abordamos normalmente otros aspectos hasta que, en un momento, su mamá, que estaba presente, dice que Ana está embarazada. A la joven le cambió inmediatamente la cara y comenzó a sentirse incómoda y muy mal. Enterarme fue como que me hubieran tirado un balde de agua fría, ya que nunca me lo esperé de una chica tan joven. Cuando me había acercado a su cama, ella estaba acostada y tapada hasta los hombros, y en ningún momento observé su barriga, que quedaba un poco disimulada entre los pliegues de las frazadas.
Sentí miedo de herirla y ponerla más incómoda aún con mis preguntas, pero ella me dijo espontáneamente que el embarazo había ocurrido de forma accidental. Agregó de inmediato que nunca había tenido buena comunicación con su madre ni la confianza suficiente para tener la oportunidad de hacer preguntas y sacarse dudas en relación a los cambios de la adolescencia. También se explayó sobre otros aspectos y me dijo que antes de dormirse cada noche pensaba mucho en cómo todo esto iba a cambiar su vida, que llora mucho y dejó claro tener una incertidumbre enorme sobre lo que la espera.
Ana está cursando cuarto año de secundaria. Dejó de ir a clase a causa de que le contó su situación de embarazo a su mejor amiga y esta se lo contó a toda la generación. Desde ese momento comenzó a recibir comentarios negativos y muy agresivos. Algunas veces se retiraba de clase y se iba a su casa, donde pasaba acostada toda la tarde y lloraba mucho. Finalmente, dejó de concurrir al liceo a causa de ese hostigamiento.
Enseguida que no estaba teniendo un acompañamiento psicológico que necesitaba mucho. Aparentemente, la madre le daba gran apoyo y se manifestaba feliz por el embarazo de su hija. Noté entonces que Ana sufría gran presión por parte de la madre, ya que en todos los momentos que relataba sentirse mal, triste o daba sus opiniones la madre intervenía.
Ana me dijo que tenía mucho miedo de afrontar lo que se venía, que estaba muy triste por no poder seguir estudiando y que había soñado con hacer medicina. Supe entender muy bien la mezcla de emociones que experimentaba. Luego me contó que cuando se enteró de que estaba embarazada pensó en hacer muchas cosas negativas. Al recordar aquello sentía una gran tristeza. Respecto a la bebé, estaba ansiosa por conocerla y tenía claro que este año se lo iba a dedicar completamente. Cuando pregunté sobre su relación con el papá de la bebé, se le llenaron los ojos de lágrimas y solo desvió su cabeza. No hablamos más del tema, pero en ese momento interrumpió la madre diciéndome que no estaban juntos y que era mejor no preguntar.
Al principio de este diálogo pensé que, al conversar con una chica de 15 años internada por un cuadro infeccioso, ella extrañaría el liceo, ver a sus compañeras, estar su casa y a sus mascotas: un loro y su perro. Imagine espontáneamente eso, ya que creo que a cualquier joven internada en un hospital puede ocurrirle. Pero cuando me enteré de su embarazo, me quedé helada, no sabía qué preguntar y cómo enfrentar la situación. Realmente me sentí muy mal, triste, pensando todo el tiempo si a mí, que hoy que tengo 23, años me pasara lo mismo no sabría qué hacer, no sabría cómo comunicarlo, sentiría el mismo miedo. Cuando me contó que se iba a su casa a llorar, sentí gran angustia y por un momento me vinieron ganas de abrazarla.
Quedé pensando muchas cosas y este diálogo me dejó varias enseñanzas para el futuro y para mi vida. Soy joven y sé que tendré hijos en un futuro. Pero si ocurriera lo mismo que en este caso espero no fallar en la comunicación, tener confianza suficiente con mis seres más allegados y el mejor diálogo posible. Pero en el momento nada fue positivo, me sentí muy triste y si aún lo pienso me pone mal, ya que es muy niña y su vida cambiará. Ha cambiado desde ya y cambiará más en cuestión de meses. Cuando comencé, pensé que me iba a costar más la comunicación durante la entrevista, pero en realidad logré serenarme y conversar con Ana. Ella me hacía sentir cómoda. En cambio, la presencia de la mamá “protectora” me producía inseguridad e incomodidad.
Devolución de Humberto Correa
Una adolescente internada por neumonía, aún mimosa en sus 15 años y tan pegada afectivamente a sus cosas que aún en el hospital tiene sus sábanas, almohadas y frazadas propias. ¡Se trajo el olor hogar con ella!
¡Yo también sufrí una gran sorpresa Belén! Tu relato traduce tan bien la realidad de lo que te pasó durante el flujo de tu conversación con Ana que el balde agua fría me salpicó también a mí. Un embarazo indeseado, inesperado, generador de sufrimiento y angustia, en el medio de la adolescencia. Y una niña que nacerá dentro de seis meses.
Cuando la madre mencionó el embarazo el cambio de humor que observaste en Ana fue bien visible, de una conversación casi trivial y cómoda pasó a un ámbito de angustia. El telón fue descorrido por su madre. La madre —por causas diversas que ignoramos— no fue útil para informarla bien, para admitir su sexualidad en ebullición, para aconsejarla en relación aprevenir embarazos y para el cuidado y el trato con los varones. Ahora ella es la reveladora de la situación, que a la joven le costó mucho mostrar, o por lo menos nombrar. La madre parece haberse apropiado de la próxima beba, pues está feliz con que nazca. Existe una ambigüedad: esa madre estuvo ausente como consejera y la hija tiene una consecuencia no deseada e inesperada del ejercicio de su sexualidad, y ahora parece adueñarse un poco de la futura beba. Aunque adolescente y angustiada, lo ideal sería que Ana procesara profundamente el problema y llegara a concebir con mayor serenidad que tendrá una hija muy pronto. Una parte del camino benéfico y adecuado para la joven sería el que tú mencionas por su ausencia: acompañamiento y conversación franca con psicólogo/ga para que la ayude a procesar su culpa, tristeza, angustia, humillación y pérdida de su identidad de estudiante. Ella ahora no es una joven estudiante, sino una adolescente embarazada y con su sexualidad expuesta a todos. Esto ocurrió a causa de la imposibilidad de mantener el secreto de su amiga íntima, que no solo no guardó, sino que difundió ampliamente. Quizá esta última parte es explicable: Ana no pudo dejar de compartir la carga y su amiga excitada más que solidaria no pudo contenerse y dispersó el secreto. Cuando yo era alumno escolar de sexto año hubo un caso igual. Existió igual dispersión del secreto y, si yo lo recuero hoy, muchísimos años más tarde, es por el impacto, sorpresa y excitación que produce en todos los niños preadolescentes o adolescentes. No recuerdo si hubo el mismo terrible bullying que en este caso.
Son demasiadas cosas intensas y pesadas que le ocurren a Ana a destiempo y fuera del contexto que rodearía normalmente a un embarazo, aunque ocurriera inesperadamente, pues en este caso ocurre en una casi niña. Ha ocurrido no solo un embarazo, sino una especie de cataclismo que cambiará su vida y posiblemente la dejará con alguna marca para siempre. Estas pueden ser recuerdos amargos, dificultad probablemente para querer a su hija (a pesar de que piensa dedicarle un año), impedimentos para seguir estudiando, posible continuación del bullying por parte de sus compañeros, y quizá dificultades para procesar su sexualidad posterior.
Podría pensarse que hay una cosa buena en la intención de la madre al “estar feliz por la bebé”, pues la tomaría como otra hija (que quizá ella deseara) y ayudaría a la jovencita aliviándola de parte del trabajo. Pero si se apropia totalmente no sería bueno para la joven, pues nunca podrá ignorar que la hija es suya, que debería amarla, que debería cuidarla (con ayuda) y finalmente aceparla y transformarla en un bien para su vida.
¿Qué pasará? ¿Qué cambios tendrá la personalidad en formación de esta madre demasiado niña? Su cerebro aún no está maduro, pues la madurez neurobiológica se alcanza años más tarde en forma estable. ¿Cómo vivirá la criatura que está por nacer? ¿Cómo sobrellevará esa futura niñita la ambigüedad? El asunto es ambiguo, porque en caso de que la abuela la tome a su cuidado y se la quite a la verdadera madre (con el pretexto de protegerla) la niñita sabrá de alguna forma, secretamente, que tiene otra madre. Si lo sabe expresamente y la niña-madre no ha procesado muy bien el hecho la futura niña-hija sentirá que la verdadera madre no la quería al principio. Solo un manejo sumamente cuidadoso y dedicado del proceso podría evitar los males que se avecinan.
En todo embarazo adolescente indeseado se produce una cadena de hechos negativos que pueden perjudicar mucho a dos personas.
Reflexiono también en la influencia e importancia del medio cultural y de la circunstancia en estos casos. Recuerdo que en los siglos pasados muchas mujeres se casaban —con hombres varios años mayores y en matrimonios arreglados según las costumbres— a los 14 o 15 años y comenzaban a tener hijos. Pero aquí era lo esperado y lo aceptado, no había sorpresa ni bullying ni corte abrupto del proyecto de vida. También recuerdo que actualmente en los medios más desposeídos donde la cultura es otra debido a la pauperización, muchas adolecentes se sienten felices de quedar embarazadas y tener su hijo. Eso les proporciona algo propio, lo único que es de ellas: el hijo. Aunque luego este hijo carezca de todo el ambiente necesario y tenga una vida desastrosa.
Pero este caso es diferente: Ana no deseaba un hijo, todo fue sorpresivo y resultó inconfesable. Cuando se supo sufrió un malévolo y sádico bullying, cuando sus compañeros la tomaron como objeto de burla y hostigamiento en una actitud voyeurista. Aquí el resultado es un gran sufrimiento, llanto, humillación, dolor y depresión que no solo perturba a la chica, sino que prepara un pésimo ambiente para la beba que nacerá.
Sin embargo, existen algunas esperanzas de que estas vidas se rehagan. Hemos sido testigos en la vida universitaria de varias madres adolescentes que no imaginaban serlo y que simplemente respondieron —en forma poco informada y poco precavida— a su instinto natural cuando despertaron al sexo. Ellas ingresaron a la universidad con hijos de 3 o 4 años y siguieron estudiando. Seguramente tuvieron apoyo familiar o una enorme resiliencia y fortaleza. Existen mujeres así. Ellas criaron a sus hijos y se hicieron profesionales.
Pero no hay que dejar al albur lo que pueda suceder y hay que ponerse activo. En este caso habría que procurar un acompañamiento psicológico cálido que ayudara a esta jovencita embarazada a deshacer el triple nudo que tiene ahora en su vida: nudo interno (el hijo no deseado e inesperado), nudo familiar (la madre en una actitud de ambigüedad) y nudo social (es víctima de bullying). Porque esto no se arregla “dándole el hijo a la madre” o “criándolo llorando y sintiéndose humilladla”. Si tiene un arreglo es primero con un procesamiento profundo del acontecimiento y sus consecuencias por la protagonista principal y con un claro plan de futuro adaptado lo mejor posible a las posibilidades disponibles. Sería muy bueno volver a visitarla, conversar con ella dulcemente (mejor sin la madre delante) preguntarle si aceptaría conversar con una psicóloga e intentar contactarla que un profesional. Tu relato es excelente, Belén. Muestra, además de la dramaticidad del evento, sus consecuencias actuales y hacer pensar en las futuras, la captación de sentimientos angustiosos de Ana, la reacción cruel de su medio y el análisis de tus propias emociones. ¡Es tan bueno que me ha hecho vivir más que otras veces este problema tan grave y frecuente!
Referencias
[1] Desirae M. Domenico, Ph.D. and Karen H. Jones, Ed.D. Adolescent Pregnancy in America: Causes and Responses. JVSNE Volume 30, Number 1, Fall 2007.
[2] WHO Adolescent Pregnancy https://apps.who.int/iris/bitstream/handle/10665/112320/WHO_RHR_14.08_eng.pdf
[3] ASSE: Prevención y protección integral del embarazo en la adolescencia.: Protocolo de prevención del embarazo adolescente. https://www.asse.com.uy/contenido/Protocolo-de-Prevencion-del-Embarazo-Adolescente-9671
[4] López Gómez, A. y Varela Petito, C. (coord.) (2016) Maternidad en adolescentes y desigualdad social en Uruguay. Análisis territorial desde la perspectiva de sus protagonistas. Montevideo: UNFPA, UDELAR. https://uruguay.unfpa.org/sites/default/files/pub-pdf/Maternidad%20en%20adolescentes%20y%20desigualdad%20social%20en%20Uruguay.pdf
[5] Barreiro Amparo y Gutiérrez Mariana Frecuencia de Embarazo Adolescente en Uruguay Tesis de Grado. Diciembre de 2018 Facultad de Medicina de la UCLAEH ttps://www.humamed.info/post/evoluci%C3%B3n-del-embarazo-adolescente-en-uruguay
[6] Claudia Andrea Fagúndez Rodríguez. Aproximación a la realidad social y emocional del embarazo y maternidad adolescente en situación de exclusión sociocultural. Tesis Licenciatura en Trabajo Social FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES. UdelaR. 2019. https://www.colibri.udelar.edu.uy/jspui/bitstream/20.500.12008/24425/1/TTS_FagundezRodriguezClaudia.pdf
[7] Stephanie Demirdjian. “Son niñas no madres” La diaria. Miércoles 28 abril, 2021. https://psico.edu.uy/presencias-en-medios/son-ninas-no-madres-los-embarazos-infantiles-aumentaron-en-2019-despues-de-una
[8] Blakemore SJ. Development of the social brain in adolescence. J R Soc Med. 2012;105 (3):111-116. doi:10.1258/jrsm.2011.110221
[9] Konrad K, Firk C, Uhlhaas PJ. Brain development during adolescence: neuroscientific insights into this developmental period. Dtsch Arztebl Int. 2013 Jun;110(25):425-31. doi: 10.3238/arztebl.2013.0425. Epub 2013 Jun 21. PMID: 23840287; PMCID: PMC3705203.
[10] Knežević, M. (2018). When do we become adults? Review of theory, research and recent advances from an interdisciplinary perspective. Psihologijske Teme, 27(2), 267–289. https://doi.org/10.31820/pt.27.2.7
[11] Pauline Bezivin Frere, Nora C. Vetter, Eric Artiges, et al. Sex effects on structural maturation of the limbic system and outcomes on emotional regulation during adolescence, NeuroImage, Volume 210,2020,116441, ISSN1053-8119,https://doi.org/10.1016/j.neuroimage.2019.116441. (https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S1053811919310328)
[12] Galvan A, Hare TA, Parra CE, et al. Earlier development of the accumbens relative to orbitofrontal cortex might underlie risk-taking behavior in adolescents. J Neurosci. 2006;26(25):6885-6892. doi:10.1523/JNEUROSCI.1062-06.200 http://www.digitalads.org/how-youre-targeted/publications/adolescents%E2%80%99-psychological-neurobiological-development-implications
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